¿Por qué nunca acabo lo que empiezo y cómo solucionarlo?

Dec 06, 2024

Procrastinar no implica una incapacidad para realizar las tareas pendientes ni un problema de gestión del tiempo, por extraño que parezca. Dejar las cosas para el último momento, de hecho, es una manera de gestionar tus emociones.

Por lo general, la persona posterga tareas que le resultan incómodas, complicadas o que les dan pereza, cosa que, en el momento, genera alivio y satisfacción. Cuando hay algo que nos cuesta, en lo que no nos consideramos buenos o que, simplemente, no nos gusta, eso hace que creemos asociaciones negativas con la tarea, además de generarnos estrés y ansiedad, cosa que acaba conllevando que la dejemos de lado.

Sin embargo, no todo termina ahí. Esta actitud recae completamente en la costumbre, en el hábito. Es decir, cuando postergas algo y te genera esa sensación de alivio, lo volverás a postergar una vez tras otra, hasta que se convertirá en algo normal para ti y, por lo tanto, esa tarea siempre te dará pereza. En cambio, cuando forma parte de tu rutina, ni siquiera te planteas si hacerlo o no.

Es como beber un vaso de agua justo al levantarse. Puede que nos dé mucha pereza, pero si, simplemente, lo hacemos y nos acostumbramos a repetir el hábito todos los días, lo haremos inconscientemente. En cambio, si una mañana pensamos «bueno, por un día no pasa nada», al día siguiente será todavía más difícil.

¿Cómo podemos solucionar este problema?

1.      Busca la raíz de la procrastinación: al tratarse de un dilema emocional y no de productividad, debemos encontrar la manera de gestionar mejor estas emociones y encontrar un sustituto para la satisfacción que nos produce postergar. Según el director de investigación e innovación del Centro de Planitud Mental de la Universidad de Brown, Judson Brewer, “Nuestros cerebros siempre están buscando recompensas relativas. Si tenemos un círculo de hábitos alrededor de la procrastinación, pero no hemos encontrado una mejor recompensa, nuestro cebero continuará haciéndolo una y otra vez hasta que le demos algo mejor que hacer”.

2.      Deja de pensar que debes disfrutar de todos y cada uno de los pasos del proceso de trabajo: Según Marie Forleo, mentora en procesos de crecimiento personal, coach, emprendedora y una profesional a quien admiro enormemente, las cosas que valen la pena, te gusten o no, son difíciles. Siempre habrá partes que disfrutemos muchísimo y partes duras que no nos gustarán tanto. La clave está en tener esto en cuenta y seguir cueste lo que cueste.

3.      Divide tus tareas y márcate unos tempos: otro consejo muy importante es la división del trabajo en tareas más pequeñas, sea por días, por horas o por objetivos. Esto nos ayuda enormemente a no acumular mil cosas a la vez ni dejarlas a medias. Además, es una buena manera de convencer a nuestro cerebro de que la cantidad de faena es menor y a que lo haga con mayor facilidad.

4.      Cada cosa a su tiempo: para conseguirlo el punto anterior, además, es esencial que nos centremos en aquello que estamos haciendo en aquel momento. Si intentamos abarcar muchas cosas a la vez, lo más probable es que el estrés y el agobio (quienes alimentan la procrastinación) se apoderen de nosotros y acabemos por no completar ni una de las cosas que estábamos haciendo. Concéntrate en lo que tienes delante y, hasta que no esté finalizado, no te fijes en nada más.

Recuerda, como dijo Mark Twain, “El secreto para salir adelante es simplemente empezar.

¿Cuál de estos consejos te parece más interesante y cuál vas a probar?